Conciencia Corporal: una clave para conectar 

La conciencia corporal es el arte de habitar tu cuerpo plenamente, de escucharlo, sentirlo y responder a sus necesidades. En nuestras clases de yoga en Coruña, esta conexión es el punto de partida.

Más allá de las posturas y estiramientos, el yoga nos invita a habitar plenamente nuestro cuerpo, a sentirlo y escucharlo.  ¿Qué significa esto y cómo podemos empezar a cultivarlo? Exploraremos cómo desarrollar esa conciencia y te guiaremos desde Inspira Vida en una práctica sencilla que puedes realizar en casa para empezar a conectar contigo en tu día a día.

¿Qué es la conciencia corporal?

La conciencia corporal es la capacidad de sentir, reconocer y responder a las señales de tu cuerpo. Imagina que tu cuerpo es como un mapa: cada músculo, cada articulación y cada respiración te da pistas sobre cómo estás y qué necesitas. Cuando aprendemos a escuchar estas señales, tomamos decisiones más alineadas con nuestra salud y bienestar.

Por ejemplo, ¿alguna vez has sentido una ligera tensión en el cuello después de estar horas frente a la pantalla? Esa sensación es una señal que tu cuerpo te envía para indicarte que necesitas moverte o cambiar de postura. El yoga nos enseña a sintonizarnos con estas señales, creando un puente entre cuerpo y mente. Esto no solo mejora nuestra práctica en la esterilla, sino que también transforma la manera en que nos relacionamos con nuestro cuerpo en la vida cotidiana.

Beneficios de practicar la conciencia corporal

Conectar con tu cuerpo no es solo algo físico, es un acto de autoconocimiento. Cuando prestas atención, descubres patrones de tensión, hábitos que pueden estar perjudicándote y formas de liberar aquello que no necesitas.

  • Prevención de lesiones: cuando escuchamos a nuestro cuerpo, aprendemos a respetar sus límites, evitando movimientos o posturas que puedan hacernos daño.
  • Reducción del estrés: al conectar con nuestro cuerpo, salimos de la vorágine mental y encontramos un espacio de calma y presencia.
  • Mejora de la postura: una mayor conciencia nos ayuda a detectar desequilibrios y a corregir hábitos posturales perjudiciales.
  • Mayor bienestar general: vivir más conectados con nuestro cuerpo nos permite atender nuestras necesidades físicas y emocionales con mayor claridad.

¿Cómo empezar? Escucha activa y observación

Para desarrollar la conciencia corporal, el primer paso es aprender a escuchar activamente. Esto implica prestar atención sin juzgar. Aquí tienes un ejercicio sencillo para practicar en cualquier momento del día:

Ejemplo práctico: El escaneo corporal en 2 minutos

  • Siéntate cómodamente en una silla o en el suelo, con la espalda recta pero relajada.
  • Cierra los ojos y lleva toda tu atención a tu cuerpo.
  • Quizá puedes empezar sintiendo los hombros o las palmas de las manos.
  • Pregúntate: «¿qué siento en este momento?» Sin cambiar nada, observa las sensaciones en tus pies, piernas, caderas, espalda, hombros, brazos y cabeza.
  • Si detectas tensión en alguna parte, envía tu respiración hacia allí. No trates de eliminarla, solo reconoce su presencia.
  • Termina el ejercicio moviendo suavemente esa zona o ajustando tu postura, si lo necesitas.

Este ejercicio puede hacerse en cualquier momento. Si trabajas mucho con el ordenador tomarte una pequeña pausa cada hora ayudará a que tu cuerpo no acumule tanta tensión. 

conciencia corporal

Una práctica en casa: La pausa consciente

Además del escaneo corporal, aquí tienes una pequeña práctica para hacer en casa. No necesitas experiencia previa, solo unos 10 minutos y un lugar tranquilo.

Práctica de 10 minutos para la conciencia corporal

  • Encuentra tu espacio: puedes tumbarte en el suelo o en cama.
  • Postura inicial: túmbate boca arriba en postura de Savasana (postura del cadáver), con los brazos relajados a los lados del cuerpo y las palmas hacia arriba.
  • Respira: toma 5 respiraciones profundas. Siente cómo el aire llena tus pulmones y cómo tu abdomen sube y baja.
  • Conecta con tu cuerpo: haz un escaneo corporal lento, comenzando por los dedos de los pies y subiendo hasta la coronilla. En cada zona, observa si hay tensión, calor, frío o cualquier otra sensación.
  • Movimiento consciente: lentamente, mueve tus extremidades. Estira tus brazos y piernas, sintiendo cómo se alarga cada músculo. Hazlo despacio, como si tuvieras todo el tiempo del mundo.
  • Cierra la práctica: siéntate lentamente, sintiendo cada movimiento y toma tres respiraciones profundas para finalizar.

La conciencia empieza con lo más simple: detenernos, respirar y sentir.

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